Hace unos años, yo también creía que mi vida estaba libre de ansiedad. Para mí, la ansiedad era algo que solo afectaba a los demás. Mi percepción cambió por completo cuando fui invitado a hacer un simple ejercicio: sentarme en el sofá de mi sala por unos minutos sin hacer absolutamente nada.
Leer másDe niño, en tiempo de vacaciones, nuestra mayor distracción era pasar un rato acostados viendo caricaturas. En algún momento, mi mamá pasaba muy enojada diciendo que apagáramos la televisión y buscáramos qué hacer, porque no quería "haraganes" sin hacer nada en la casa. Rápidamente nos asignaba los quehaceres. Allí aprendí, sin darme cuenta, que descansar era sinónimo de ser un haragán y de perder el tiempo. Ya de adulto, era incapaz de tomar vacaciones; hacerlo me hacía sentir culpable.
Leer másEn mi adolescencia, entrenaba natación. Era un atleta federado y mi único enfoque en ese entonces era ser mejor que los demás. Me comparaba todo el tiempo con otros nadadores, y eso creaba en mí una frustración constante, la sensación de que siempre había algo en mí que no estaba bien porque no me parecía a los otros. Hasta que empecé a entrenar con un profesor asiático. Al darse cuenta de mi enfoque, me dijo con claridad:
"Eres un excelente nadador, pero tienes una sola dificultad que te impide superarte.
Tu problema es que estás enfocado en querer ser mejor que los demás y no en superarte a ti mismo".
Leer másQué ironía, ¿verdad? Vivimos en una época con acceso a más información que nunca, y aun así, rara vez nos sentimos seguros. Queremos certezas, nos gustan tanto las garantías externas que, en lugar de escuchar nuestra fuerte voz interna, nos llenamos de miedo y buscamos respuestas en los demás.
Leer másEstamos en tiempos de miedo y ansiedad. Vivimos con el miedo a perder y con la inseguridad de no tener lo suficiente. Quizás tu primer pensamiento al levantarte es: "No dormí lo suficiente", seguido de un "ya no tengo suficiente tiempo". Sean ciertos o no, esos pensamientos de insuficiencia los tenemos en automático, antes siquiera de pensar en cuestionarlos.
Leer másHay una sensación que todos conocemos: un nudo en el pecho que aparece cuando sientes que has fallado. A veces, ese nudo se queda ahí, pesado, y no importa cuánto intentes, no desaparece. Conozco a una persona que vive con ese peso a diario
Leer másRecuerdo que en una ocasión, el pastor de la iglesia a la que asistía no tenía dinero para pagar la letra de su camioneta nueva. Hablando conmigo, me dijo que si yo estaba dispuesto a ofrendarle, Dios me bendeciría en gran manera. Yo acababa de recibir un cheque por mi trabajo y, movido por mi emocionalismo, mi deseo de aprobación y por mi patrón erróneo de vida, decidí endosarle el cheque completo. Lo que había olvidado era que con ese mismo dinero tenía que pagar la luz, el agua y hacer el supermercado para mi casa.
Leer más¿Te ha pasado?
Ves que todo va increíble. Tu vida es una historia de éxito, una racha ganadora, y de repente, una vocecita dentro de ti te dice: "Ajá, pero... ¿demasiado bueno, algo saldrá mal?". Es esa sensación de que el cielo se está preparando para lanzarte un buen revés. A mí me pasaba. No podía aceptar que todo lo bueno me sucediera sin sentir que, en cualquier momento, una pesada roca de caricatura iba a caer sobre mi cabeza.
Leer másA todos nos pasa!
Esas conversaciones que te hacen desear tener superpoderes de invisibilidad, o aún mejor, el poder de fulminar al otro con un simple chasquido de dedos. Sabes que una charla será incómoda cuando notas los tres jinetes del apocalipsis verbal: opiniones contrarias, emociones por los cielos y mucho en juego.
¿Y cómo las manejamos?
Leer másEl doctor en psicología clínica David Stoop cuenta una historia asombrosa. Un hombre, que solía viajar como polizón en trenes de carga por todo Estados Unidos, se subió a un vagón una noche. La puerta se bloqueó, y en la oscuridad total, se dio cuenta de que estaba atrapado en lo que parecía ser un congelador, un vagón frigorífico. El miedo lo invadió; golpeó la puerta y pidió auxilio, pero nadie lo escuchó.
Leer más