Cuando dormir se convierte en un escape
—¿Por qué duermes tanto? —preguntó el corazón. —Porque cuando duermo, dejo de pensar en lo que tú sientes —respondió el cerebro. Y así, por unas horas, no me hundo contigo.
Esta pequeña historia describe una verdad profunda y dolorosa: a veces, el sueño se convierte en nuestro principal mecanismo de defensa. Cuando nos sentimos abrumados por una situación que no sabemos cómo resolver, nuestra mente busca una salida, y la más rápida y sencilla es el olvido temporal que nos ofrece el sueño. Nos escondemos bajo las sábanas para escapar de la ansiedad, de la tristeza o del problema que nos agobia, creyendo que, si no pensamos en ello, no existe.
La relación entre el sueño y los problemas sin resolver
Dormir es, sin duda, una necesidad vital, un tiempo para que el cuerpo y la mente se recuperen. Pero cuando la necesidad de dormir se vuelve excesiva, cuando sientes un impulso incontrolable de volver a la cama en cuanto te levantas, es probable que no sea cansancio físico, sino emocional. Es tu mente intentando silenciar el ruido de la preocupación, del dolor o de la confusión.
Desde una perspectiva científica, este comportamiento tiene sentido. Ante una amenaza, real o percibida, nuestro cerebro activa el sistema nervioso simpático, liberando hormonas del estrés como el cortisol y la adrenalina. Este estado de alerta constante, diseñado para la supervivencia, consume una cantidad masiva de energía mental. Cuando no encontramos una solución, nuestro cerebro, un órgano diseñado para resolver problemas, se agota. La necesidad de dormir se convierte entonces en un intento desesperado por procesar la información y apagar esa alarma interna que no deja de sonar.
La realidad es que, por más que huyas, el problema sigue allí. Despertarse no lo hace desaparecer, solo lo pospone. Y el costo de posponerlo es alto. Esa sensación de estar solo con el peso de la vida no solo retrasa la solución, sino que también crea un ciclo vicioso: te sientes mal, duermes para evitarlo, te levantas y el problema sigue allí, lo que te hace sentir aún más agotado y propenso a volver a dormirte.
Cómo dejar de huir y empezar a resolver
La clave para romper este ciclo es reconocer que el problema no es el sueño excesivo, sino aquello de lo que estás huyendo. El descanso es una herramienta, no una solución. Si sientes que estás usando el sueño como un escape, aquí tienes algunas herramientas para empezar a enfrentar y resolver lo que te agobia:
1. Habla de lo que te pasa. El primer y más valiente paso es la honestidad. No tienes que cargar con esto solo. Habla con un amigo de confianza, un familiar o un terapeuta. El simple acto de ponerle voz a tu problema rompe su poder y te recuerda que no estás solo en tu lucha.
2. Divide el problema en partes más pequeñas. La sensación de agobio suele provenir de ver el problema como un monstruo gigante e invencible. Divide esa situación en pasos pequeños y manejables. El objetivo no es resolverlo todo a la vez, sino dar un solo paso, por mínimo que sea, en la dirección correcta.
3.Toma acción, por pequeña que sea. El miedo a no saber qué hacer nos paraliza. Rompe esa parálisis con la acción. Haz una llamada, investiga algo, habla con alguien de confianza. Cada pequeño paso de acción te recordará que tienes el poder de moverte hacia adelante, lo cual es el mejor antídoto contra el sentimiento de impotencia.
4, Permítete sentir. Tu corazón y tu cerebro están en desacuerdo porque no te has permitido procesar lo que sientes. Si estás triste, permítete estar triste. Si estás enojado, permítete sentir enojo. La única manera de sanar una emoción es sintiéndola por completo, sin intentar escapar de ella.
El descanso genuino no es una huida; es un acto de cuidado personal que te recarga para enfrentar la vida. No dejes que tus problemas te obliguen a dormir más de la cuenta. Despierta, reconoce tu dolor, toma acción y recuerda que tienes el poder de enfrentar lo que sea que la vida te ponga enfrente.