Cuando las palabras se sienten como un ataque
Hace poco tuve una experiencia que me hizo reflexionar sobre algo fundamental: la forma en que escuchamos a los demás. Estábamos organizando un evento para 500 personas y contratamos un centro de convenciones.
Al llegar a inspeccionar el área, me percaté de que el espacio no era el adecuado para esa cantidad de personas y según las normativas de seguridad, podría ser peligroso. Cuando le presenté mi preocupación a la gerente, ella tomó mis palabras como un ataque personal. Cada vez que intentaba explicarle el problema, ya tenía una respuesta en la punta de la lengua, sin detenerse a escuchar mi preocupación. Su única meta era obligarnos a pagar el evento para las 400 personas, sin importar la seguridad.
Esta situación me hizo dar cuenta de una triste realidad: no sabemos escuchar. Tendemos a percibir las opiniones o las preocupaciones de los demás como una crítica o un ataque, y en lugar de procesar lo que se nos dice, nos ponemos a la defensiva.
La diferencia entre oír y escuchar
Oír es un acto físico; es simplemente percibir los sonidos. Escuchar, en cambio, es un acto de voluntad. Escuchar significa tratar de comprender lo que nos están comunicando. Es un proceso activo que requiere que dejemos de lado nuestras propias suposiciones, miedos y prejuicios para poder entender realmente el punto de vista del otro. Cuando alguien nos habla, nuestra mente a menudo ya está ocupada preparando una respuesta, en lugar de absorber y procesar la información.
Cuando las personas se sienten atacadas, se cierran. Su cerebro entra en un modo de defensa en el que su prioridad no es resolver el problema, sino protegerse. Este mecanismo de defensa convierte una simple conversación en una confrontación, y a la otra persona en un adversario.
Cómo tener conversaciones efectivas
Tener conversaciones efectivas, especialmente cuando surgen diferencias, depende de la habilidad de escuchar de forma proactiva. Para lograrlo, es fundamental seguir estos principios:
Haz una pausa antes de responder: Antes de emitir tu opinión, tómate un momento para procesar lo que el otro te ha dicho. Resiste la necesidad de responder de inmediato.
Haz preguntas previas: La mejor manera de demostrar que estás escuchando y de entender el punto de vista de la otra persona es haciendo preguntas, no dando respuestas. Pregunta: "¿Podrías explicarme un poco más por qué piensas así?", o "¿Cuál es tu mayor preocupación aquí?". Esto abre un espacio para la comprensión.
Separa la persona del problema: Recuerda que el problema es el problema, no la persona. Una crítica o una opinión sobre una situación no es un ataque a tu carácter.
Al final, la capacidad de escuchar es un acto de respeto y una herramienta para construir puentes en lugar de muros. Cuando dejas de percibir las conversaciones como una batalla que debes ganar, te das cuenta de que el objetivo no es tener la razón, sino encontrar una solución juntos.