La Prueba de Fuego: ¿Qué Haces con el Que No Piensa Como Tú?
Si hay algo que dispara el botón de pánico en nuestra vida adulta, no es un email de tu jefe. Es la persona que te obliga a cuestionar todo lo que crees que está "bien".
Fui un tonto que creyó que la Congruencia (hacer lo que predicas) se aplicaba a mi entorno. Es decir, si yo era honesto, todos a mi alrededor deberían ser honestos bajo mis mismos códigos de conducta.
Mi gran pendejada fue no entender que el mundo está lleno de personas con valores y códigos operacionales diametralmente distintos a los míos.
El problema no es que existan. El problema es: ¿Qué haces con aquel que no piensa como tú, o que actúa diferente a lo que tú consideras moralmente aceptable?
¿Qué haces con el compañero de trabajo que tiene una ética laboral que consideras perezosa?
¿Cómo tratas a quien se viste de forma que consideras inapropiada?
¿Qué pasa cuando tú amas a tu pareja de género opuesto, pero tu conocido ama a su pareja del mismo género?
¿Qué haces cuando tu fe te dice una cosa, y el de enfrente cree exactamente lo opuesto?
La Incomodidad es el Motor del Juicio
La respuesta honesta es que estas situaciones nos llenan de tensión y nos ponen en una situación de profunda incomodidad.
Esa incomodidad es el detonante que pocos gestionamos bien. En lugar de procesar esa fricción interna, activamos el piloto automático del juicio:
El Juicio y la Exclusión: Cuando no somos capaces de manejar la relación con lo diferente, esa tensión se traduce rápidamente en juicio y exclusión. Es más fácil etiquetar al otro como "equivocado" o "dañado" que sentarse a gestionar nuestra propia incomodidad.
El Silencio del Conflicto Evitado: Nunca solemos tomarnos el tiempo de conversar nuestras diferencias. No dedicamos una hora a entender el código de conducta del otro sin el objetivo de volverlo pleito. Es más fácil evitar, condenar o chismear que practicar la valentía de la conversación incómoda.
Y esto es brutal cuando el que piensa diferente a ti no es un extraño, sino alguien de tu núcleo: tu hijo, tu propio padre o tu jefe. ¿Cómo actúas cuando tu valor central choca con el valor central de la persona que amas o de la que dependes?
La Disciplina de la Aceptación (Aceptar No es Compartir)
Mi lección inteligente vino con la disciplina de la Aceptación. No tienes que estar de acuerdo, pero sí tienes que practicar el arte de la coexistencia sin condena.
Aceptación no significa que tengas que compartir o adoptar todos los valores del otro. Significa que le das espacio para que exista sin que esto destruya tu paz. El mundo no se va a convertir en el otro solo porque tú lo aceptes.
Gestionar el Tsunami Interno: Antes de reaccionar, recuerda la Ansiedad: la incomodidad es solo Miedo a la pérdida de tu identidad. La disciplina de la Aceptación te pide que gestiones tu emoción primero (la respiración), no al diferente.
Separar la Persona del Código: Puedes amar a tu hijo, aunque su código moral te parezca equivocado. Puedes respetar a tu colega, aunque su ética laboral te parezca necia. La disciplina aquí es la Congruencia de tu amor o respeto, independiente de su conducta. Aceptar es respetar el territorio del otro.
Preguntar, No Presumir: En lugar de asumir por qué actúan diferente, pregunta: "¿Por qué este valor es tan importante para ti?" El objetivo no es cambiarlo; es entenderlo y, al menos, convivir con él..
La verdadera madurez no se demuestra en tu círculo de personas afines. Se demuestra en cómo tratas a aquel que amenaza tus cimientos.