La prisión del "qué pensará la gente"

Hace unos años, la banda Calle 13 lanzó una canción muy popular con la frase: "¿Qué pensarán de nosotros en Japón?". Aunque la letra era divertida, tocaba una fibra sensible que muchos de nosotros llevamos muy dentro: la constante preocupación por la opinión de los demás.

Estamos tan acostumbrados a que lo que piensen otros de nosotros dictamine si somos populares o impopulares, buenos o malos. Por eso nos esforzamos todo el tiempo por ganar nuestra valía personal con cada cosa que hacemos.

Este miedo a la percepción ajena nos pone una camisa de fuerza emocional y conductual. Nos cohíbe, nos frena. No nos permitimos hacer muchas cosas que son buenas para el alma por miedo a hacer el ridículo y quedar expuestos. Cosas tan simples y liberadoras como una buena carcajada, cantar a todo pulmón o bailar como si nadie nos estuviera viendo. Dejamos de reír, cantar y bailar por miedo a ser percibidos como torpes, ridículos, estúpidos o tontos.

La necesidad de controlar la percepción

Esta preocupación no siempre es un deseo de manipular a los demás, sino con frecuencia una profunda necesidad de controlar lo que piensan de nosotros. Queremos ser capaces de manejar la percepción de los demás para poder sentir que somos lo suficientemente buenos. Es una búsqueda de seguridad en la aprobación externa, una carrera incesante por encajar en un molde que ni siquiera fue diseñado para nosotros.

El problema es que esta búsqueda nos aleja de nosotros mismos. Al estar tan pendientes de la mirada de los demás, perdemos el contacto con nuestra propia voz y con lo que realmente nos hace felices. Convertimos la vida en una actuación, donde la audiencia es más importante que el actor.

Vivir una vida que no es tuya

Vivir prisionero del "qué pensarán" es perder tu vida viviendo la de otra persona. No estás tomando tus propias decisiones, sino las que crees que los demás aprobarían. No estás persiguiendo tus verdaderos sueños, sino los que te harían ver "bien" ante los ojos de los demás.

Salirse de esta prisión es un acto de valentía. Es una decisión consciente de soltar el control sobre lo que otros piensen. Es darte permiso para ser tú mismo, con todas tus imperfecciones y singularidades. La vida es demasiado corta para vivirla en un estado de miedo constante.

Tu valía no se gana; ya la tienes. Y la única persona que necesita aprobar quién eres, eres tú mismo. Canta, ríe y baila a tu manera. Solo cuando te atrevas a ser tú, encontrarás la verdadera libertad.

Luis Mendez